II Parte
En Paraguay, un país donde la competividad y el nacionalismo se encuentran muy latentes, el psicoanalista Juan José Scorzelli emprendió la resistencia durante muchos años, con el fin de transmitir las enseñanzas lacanianas.
Actualmente, se posiciona desde una vertiente antiontológica, antisustancialista y antibiologista en la búsqueda combativa de un sujeto relacional, ¿cómo leer las nuevas subjetividades?
¿Por qué elegiste Paraguay para seguir desarrollando tu carrera? ¿Cómo llevaste a cabo tu formación analítica en un país donde el psicoanálisis no estaba institucionalizado?
Todo comienza después de finalizar mi análisis Otro inicio, al decir de Heidegger, que a veces puede jugarse luego de reacomodar las piezas en la vida de un sujeto. Así fue que una de sus consecuencias fue este viaje al Paraguay, que en principio, entre cuatro, decidimos abordar sin más vueltas hacia una especie de aventura, que terminó siendo un destino. Destino parcial al menos hasta ahora, desde el lugar en que sigo hablando, Asunción, su capital.
Lo primero que me llamó la atención, luego de hacer algunos contactos con psicoanalistas de aquí, es que no encontraba una institucionalización muy fuerte con respecto al psicoanálisis, por ejemplo, ninguna filial de la I.P.A., Asociación Psicoanalítica Internacional, como suele haber en varios países del mundo. Sí existían algunos grupos, incluso de tendencia lacaniana, con los que nos pusimos en contacto, aunque sin mayores consecuencias en principio. Yo traía desde Buenos Aires la idea de Escuela, creación de Jacques Lacan para la formación de los psicoanalistas, un concepto nuevo para su transmisión, con diferencias a la creada por Freud. Tuvimos la intención de ir hacia la construcción de una escuela de psicoanálisis en Paraguay, pues creo que los analistas necesitan una institución acorde a las necesidades de su práctica y la teoría que la sostiene.
La confusión teórica y clínica entre psicología y psicoanálisis se hacía evidente, por eso fue necesario establecer esa diferencia. La psicología no tiene nada que ver con el psicoanálisis, no hay título de psicoanalista, y a un análisis lo produce un analista. No es un producto universitario, su formación también implica el estudio de materias específicas como la lógica, la lingüística, la matemática y la antifilosofía, las que no son importadas y directamente aplicadas en su forma original, sino tratadas desde las nuevas premisas psicoanalíticas. A diferencia de otros, Lacan rechaza la posición de extraterritorialidad para el psicoanálisis, priorizando siempre la relación con la ciencia de su época. Era menester generar este debate en relación a la llegada de un psicoanálisis lacaniano en Paraguay. Para ellos, creamos la Casa de psicoanálisis S. Freud en este país, y una Asociación de Psicoanálisis, para dar un marco formal a las actividades de transmisión en ese sentido.
Con respecto a mi propia formación, fue realizada en Argentina, tanto por el lado de mi análisis personal, análisis y reanálisis con mis queridos psicoanalistas Norma Rodríguez Gesualdi y Jorge Menéndez, como por el lado de la formación teórica en grupos de estudio e instituciones acreditadas. Mi deseo en Paraguay, si es que hay algo que pueda llamarse mi deseo, transitaba por el doble juego de una transmisión de esas enseñanzas, junto con el efecto de las transformaciones subjetivas que un análisis puede imprimir sobre las mismas. Hablar desde allí siempre es una experiencia de pase por llamarlo así, haciéndome eco de ese dispositivo creado por Lacan, para animar a los que creían haber finalizado su análisis. Creo que Paraguay fue el escenario de mi propio pase.
Fundaste la Casa del psicoanálisis S. Freud y la Asociación de psicoanálisis S. Freud en Paraguay ¿Cómo se constituyó el vínculo entre estas instituciones y la sociedad de ese país?
Tema sensible, si los hay. Sucede que esos intercambios no son nada sencillos, sobre todo siendo extranjeros, incluso por ser argentinos. Por supuesto, que esto no es homogéneo. Sin embargo, podría empezar a decir que estamos frente a una sociedad, la paraguaya, bastante cerrada en este sentido, no incluye fácilmente al otro. Aunque, como dice Lacan, la resistencia es siempre del analista, es decir, no se debe arrojar directamente al otro los pecados de la relación, sino entender que siempre estamos en un lazo, en un conjunto y en una co-variancia de factores que se ponen en juego.
Podría decir que noté de entrada ciertos resquemores entre los colegas paraguayos, una especie de precaución con respecto a nuestra llegada. Tal vez el temor de la competencia, la rivalidad. De hecho fue muy difícil armar proyectos en conjunto, incluso hoy en día, no es eso fácil de conmover, hay cuestiones de tipo nacionalista, que ponen obstáculos al encuentro y al trabajo con otros. No olvidemos un tema caro al psicoanálisis, las identificaciones, el mayor impedimento al ejercicio del deseo.
Toda identificación es una clausura, como diría mi apreciado colega Jorge Alemán. Y los nacionalismos son de alguna manera petrificaciones a veces muy fuertes, socavan los incipientes lazos transversales. Allí se alojan, en lo transversal, lo que ellas no pueden atrapar, congelar o repudiar, según sea, y es lo primero que debe ser atacado. Como en Romeo y Julieta, Capuletos y Montescos se oponen a lo nacido por fuera de las identificaciones ideales, un tema de amor, sin duda, a veces trágico.
Hubo un tiempo en que se confundía el final del complejo de Edipo que concluye con identificaciones, fundamentalmente la del Padre, con el final del análisis, es decir, se creía que la salida de la neurosis pasaba por el campo de la identificación. Y en ese sentido se ofrecía la identificación al analista mismo, como una solución al atolladero edípico que traía el sujeto. Vale decir, la solución por la vía del Padre en una nueva identificación que determinara un nuevo corte en la relación incestuosa madre-hijo.
Lacan cuestiona este modelo de análisis, llevando el suyo más allá del Padre, por la vía de la causa del deseo. Apunta más bien a la desidentificación como solución al impasse del deseo atascado en ellas. Lo que no quiere decir perderlas o expulsarlas, sino más bien usarlas de otra manera, dando lugar al deseo como movimiento primordial, lo que se llama en su teoría de los cuatro discursos, pasar del discurso Amo al discurso Histérico, en el que el lugar del agente es su famoso sujeto barrado, dividido, llamado sujeto del deseo.
En la actualidad, trabajamos en una línea diferente que la que traíamos cuando llegamos. Nuestra elección se particulariza ahora en una vertiente antiontológica, antisustancialista y antibiologista de la teoría de Lacan para el psicoanálisis. Además, los trabajos de Alfredo Eidelsztein ofrecen una minuciosa elaboración en este sentido. Estamos en una especie de refundación de nuestro camino por aquí.
No hay un solo psicoanálisis, ni una sola lectura de Freud o de Lacan. Todo depende de qué línea elegimos frente a la obra del autor, siempre hay varias opciones y conclusiones posibles. Las teorías individualistas, Freud elabora mucho en ese sentido en concordancia con autores de esa época, como Schopenhauer; o las teorías relacionales, como la de los cuatro discursos de Lacan.
Nuestra sociedad moderna o posmoderna de corte neoliberal, en lo económico y lo social está tomando el camino de una peligrosa desconexión del inconsciente. El neoliberalismo deshistoriza, rompe legados, tradiciones familiares y simbolizaciones, dejando al sujeto disponible para cualquier cosa. Las neurociencias y la autoayuda, se constituyen en ejemplos de la maquinaria de destrucción del sujeto, efecto fundamental del lenguaje y del deseo del Otro, y de ninguna manera de la biología. Las pastillas y los consejos suplen el lugar de las simbolizaciones rotas.
¿Cuál fue el protagonismo del psicoanálisis frente a un individuo y a una sociedad que vivió tantos años bajo un régimen de represión social?
Personalmente, y por lo acotado antes sobre la institucionalidad del psicoanálisis en Paraguay, pienso que tal vez el protagonismo ha sido casi nulo o muy tenue, dado que son las instituciones estables o más o menos fuertes en representatividad social, las que pueden decir o tomar partido explícito frente a regímenes totalitarios como fue el caso del stronismo en este país. Si bien esta opinión es sólo conjetural, pues no hemos vivido aquí por aquellas épocas, más bien llegamos con el advenimiento de la democracia, durante el gobierno de Wasmosy.
Pero quiero resaltar la palabra individuo, que usaste en la pregunta, para llevarla a una precisión dentro del campo que nos compete, el psicoanálisis. Y decir que la palabra individuo, se halla en el centro de una mutación, de un pasaje, del psicoanálisis freudiano al lacaniano. Si bien Freud trabaja en su teoría con el concepto de Individuo, In-dividuo, indiviso, propone su división interna en instancias, Yo-superyó y ello. Sin embargo, Lacan subvierte totalmente esta perspectiva y rompe acorde con una topología matemática precisa, con las categorías de adentro-afuera, interior-exterior y las pone en continuidad.
La concepción lacaniana deja el individualismo y pasa a lo relacional. Es esto lo que quise detallar a propósito del encuentro entre culturas o identificaciones, dependerá de cómo pensemos estas cuestiones, de cómo pensemos al sujeto, al hablanteser en su relación con el Otro y los otros, de cómo concibamos este encuentro, si entre individuos o bolsas cerradas, o por el contrario, en formaciones discursivas o topológicas que abren a lo social de un modo totalmente diferente, privilegiando más que el yo hablo, el Eso habla a través de los discursos, del que nadie es dueño, sino más bien hablado.
En Freud aparece una suerte de oposición entre el individuo y la cultura en general, porque pensaba al sujeto como algo cerrado, como una bolsa o un huevo, con pulsiones internas con su asiento biológico en el cuerpo, que la cultura trataba de tal o cual manera, y que producía malestar. El malestar en la cultura, es un texto de Freud. Lacan no lo pensaba de esta manera, en su concepción del sujeto éste es efecto del lenguaje y no de lo biológico corporal. Lo que se llama pulsión tampoco es consecuencia de ninguna biología sino de una forma particular de relación topológica entre agujeros, los de la cadena significante y los del cuerpo. Freud toma de Schopenhauer su concepto de voluntad, que va de adentro hacia afuera, y la constitución del individuo freudiano también va desde el autoerotismo hacia el amor objetal, de adentro hacia afuera nuevamente.
Lacan siempre parte del Otro, del Otro como estructura del lenguaje y del Otro encarnado, la madre u otros, del Otro que escribe con mayúscula, tanto a nivel de su dependencia del lenguaje, cuyo efecto es el sujeto, como del deseo del Otro, el deseo del hombre es el deseo del Otro, en una relación de deseo de deseo. Todo esto en el campo específico del psicoanálisis y de la relación transferencial y su praxis. Temas complicados sin duda, porque no responden al sentido común del individualismo moderno y Occidental.
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Psicoanalistas Argentinos
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