Damián Stiglitz, en su rol de docente y escritor, establece una mixtura entre la historia y la literatura, recuperando en su libro Gritos de Libertad personajes silenciados que dejaron una huella, y que erigen su voz en cada una de las historias.
¿Cómo se inicia tu interés por la literatura?
En realidad, es un tema que siempre me interesó. Desde niño, en mis ratos libres, ya leía libros que eran complicados para esa edad, y que seguramente no los entendía. Transité mi nivel primario en un colegio privado, el Lincoln de la ciudad de La Plata, donde le daban mucha importancia a la literatura. Recuerdo en esa época haber leído Viaje al Centro de la Tierra de Julio Verne y Relatos de un Náufrago de Gabriel García Márquez, lecturas que me costaron mucho, pero era una actividad que realizaba por placer.
En el secundario, concurrí a una escuela con buen nivel en Lengua y Literatura. Desde niño ya era algo que marcaba mi rumbo. Fue una decisión personal, ya que vengo de una familia de abogados y era más sencillo tener en ese camino la posibilidad de una salida laboral, ya que mi abuelo y mi padre son juristas, y se han dedicado a la investigación y a la docencia en derecho. Elegí seguir este camino, no me imaginaba que iba a ser algo para dedicarme de manera profesional, ni siquiera que iba a hacer la carrera de Letras una vez terminado el secundario.
Desde tu experiencia ¿Qué rol cumple la historia argentina en la literatura?
Lo que descubrí al final de la carrera fue mi pasión por la historia, que es a lo que me estoy dedicando ahora. Me parece que la literatura es una herramienta, al igual que el cine y todas las artes en general, totalmente eficaces para comprender la historia. Por eso, en los cursos que estoy dictando de historia argentina, utilizo novelas históricas, cuentos, poesías y también películas para abordarla. Es una manera, desde mi punto de vista, mucho más dinámica, más interesante y más atrapante que el método tradicional con el manual de escuela.
A través de la literatura uno puede trasladarse a otras épocas, lo mismo ocurre con el cine. Mucha gente, inclusive los alumnos, me han dicho que no les interesaba la historia, pero comenzaron a involucrarse con la misma a través del discurso literario o cinematográfico.
Creo que la literatura tiene un rol importantísimo, es la que te permite actualizar historias, construir significados y armar un pensamiento narrativo. La misma puede ser realista, fantástica, maravillosa, de ciencia ficción. Uno lee novelas por placer, y al mismo tiempo está aprendiendo sobre lo que ocurrió en el pasado. Es una manera de llegar, no sólo con la historia sino también con otras ciencias sociales.
Este curso también lo estoy dictando en la Facultad de Derecho, y se ha unido mucha gente que se interesa por el lado del Derecho Penal, particularmente con las novelas policiales.
Creo que la literatura tiene esa capacidad de mímesis que por ahí otras artes no la tienen, te permite imaginar. Cuando uno lee, puede proyectar y conjeturar todo lo que está leyendo, percibir las cosas de la manera que uno subjetivamente prefiere. La contracara del cine es que ya te dan todo elaborado, la imaginación juega un rol mucho menor.
¿Crees que la literatura puede generar en los jóvenes posiciones críticas sobre la sociedad actual y provocar cambios sociales?
Sí, lo considero un tema muy interesante, la literatura se puede utilizar como instrumento de cambio social. Creo que a lo largo de la historia, muchas obras han marcado cambios en la sociedad. No necesariamente la literatura entendida como ficción, ya que la novela es un género muy nuevo, de mediados del Siglo XIX, que apareció con el Romanticismo, y que era consumido solamente por la elite. Había muy poca gente en América, en Europa y en todo el mundo alfabetizada. Recién entrado el Siglo XX aumentó masivamente la alfabetización, por lo tanto la literatura como género de ficción, ya fuera novela o cuento, no tuvo en un principio la posibilidad de ser un instrumento de cambio social.
Pero sí hay obras, libros, que también se los llaman literarios en un sentido más amplio, que cambiaron la historia, cambiaron la sociedad y la manera de pensar. Por ejemplo, El Contrato Social de Rousseau impactó provocando un cambio político, económico e histórico, sin precedentes. Todas las obras de esa generación de la Enciclopedia, como Diderot o Montesquieu, por citar algunos, llegaron a las masas a través de las voces de sus líderes provocando cambios sociales, como es el caso de la Revolución Francesa.
La impronta de las letras
Si hablamos concretamente de la literatura, de las novelas, cuentos, poesías, obras de teatro, tenemos ejemplos más limitados. Esto es comprensible porque ha sido un género de las clases altas, al menos hasta el Siglo XX. Entonces, eso ha hecho muy difícil que llegara al pueblo y que produjera un cambio social en el mismo, pero se puede citar un ejemplo en la sociedad argentina.
Esta idea de la literatura como instrumento de cambio social surgió con Sartre, con el Existencialismo en los años ‘30 - ‘40 del siglo XX, cuando escribió una obra que se llamó ¿Qué es la literatura? en la cual demandaba que era necesaria una literatura comprometida con la realidad, como instrumento de cambio social. En Argentina, el que trajo esas ideas existencialistas fue David Viñas con su hermano Ismael y otro escritor y crítico literario, Noé Jitrik. Ellos editaron en los años ’40, una revista que se llamó Contorno, donde recogían las ideas de Sartre.
Lo que planteaba Viñas a nivel teórico, de alguna manera se podría decir que lo plasmó Rodolfo Walsh en Operación Masacre, novela histórica, que cuando la publicaron no se la podía incluir dentro de este género. La escribió un año después de los fusilamientos de José León Suárez, que es lo que él representó y retrató en ese libro. Es un híbrido genérico, porque en esa obra vemos mezclarse igual que en El Facundo de Sarmiento, varios géneros literarios.
Por un lado, es una obra periodística, porque contiene toda una investigación de fondo, ya que Walsh era periodista. Por otro lado, es una denuncia política, porque muestra un hecho en el que, además, había complicidad del gobierno, y también utilizó el género policial, muy popular en ese momento.
Walsh buscaba que esa denuncia no quedara cajoneada, quería que llegara a toda la gente. Para ello eligió el género de la novela policial, utilizó recursos literarios presentes en las novelas, por ejemplo, la presentación de cada uno de los personajes, el suspenso, el misterio. Uno la empieza a leer y quiere ver qué pasa capítulo tras capítulo, el suspenso está latente todo el tiempo y eso es lo que él logró mezclando esos géneros. La novela adquirió prestigio, fue leída masivamente e incluso años después fue llevada al cine por Leopoldo Torre Nilsson.
Sin dudas, esa obra literaria, tuvo el efecto de un instrumento de cambio que concientizó a la sociedad para la conformación de organizaciones juveniles, etc. Las obras de Viñas no lo tuvieron, y sin embargo, literariamente son muy interesantes, como Los Dueños de la tierra, que hablan de los sucesos de la Patagonia Rebelde. Esa fue la genialidad de Walsh, haber logrado llegar a un público lector a través de una novela escrita en un género popular, con su posterior puesta en escena en el cine.
Ese es un ejemplo de los muchos que uno puede ver a lo largo de la historia; en Argentina por ahí no hay tantos, pero sí los encontramos a nivel mundial.
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