Strolling down the path dappled with sunlight, its borders bedecked with luxuriant flowers, I glimpsed her dazzling beauty, radiant in raiment, in green hues flecked with silver.
She beheld me longingly, her right hand beckoning me to follow.
I gathered pace, but a young man, steely-eyed and imperious in mien, leapt from the undergrowth.
“Stop,” he commanded, stretching out his arms on both sides, and obstructing my progress.
“Get out of my way,” I exclaimed, but on drawing level, I saw that this ominous presence would not budge an inch.
“Did you not hear? Let me pass,” I exhorted.
He said not a word.
Moved to exasperation, I pushed him. He stood his ground.
Then, incensed that the ravishing apparition was receding, I lowered my head and charged with renewed might. The man sent me flying with a single blow.
Though injured, I attacked him again and yet again. But my adversary, whose average frame belied a Herculean strength, bested me every time, and in the end I could not even pick myself up.
And any moment my chase would be foiled forever.
The manner in which the man observed me roused me from inaction, and I lunged at him one last time, but such was the force of his basilisk gaze that it rendered me powerless.
And then a voice welled up inside me:
“It is futile. You will never face down your fate.”
El obstáculo – Amado Nervo
Por el sendero misterioso, recamado en sus bordes de exquisitas plantas en flor y alumbrado blandamente por los fulgores de la tarde, iba ella, vestida de verde pálido, verde caña, con suaves reflejos de plata, que sentaba incomparablemente a su delicada y extraña belleza rubia.
Volvió los ojos, me miró larga y hondamente y me hizo con la diestra signo de que la siguiera.
Eché a andar con paso anhelado; pero de entre los árboles de un soto espeso surgió un hombre joven, de facciones duras, de ojos acerados, de labios imperiosos.
-No pasarás –me dijo, y puesto en medio del sendero abrió los brazos en cruz.
-Sí pasaré –respondíle resueltamente y avancé; pero al llegar a él vi que permanecía inmóvil y torvo.
-¡Abre camino! –exclamé.
No respondió.
Entonces, impaciente, le empujé con fuerza. No se movió.
Lleno de cólera al pensar que la Amada se alejaba, agachando la cabeza embestí a aquel hombre con vigor acrecido por la desesperación; mas él se puso en guardia y, con un golpe certero, me echó a rodar a tres metros de distancia.
Me levanté maltrecho y con más furia aún volví al ataque dos, tres, cuatro veces; pero el hombre aquel, cuya apariencia no era de Hércules, pero cuya fuerza sí era brutal, arrojóme siempre por tierra, hasta que al fin, molido, deshecho, no pude levantarme…
¡Ella, en tanto, se perdía para siempre!
Aquella mirada reanimó mi esfuerzo e intenté aún agredir a aquel hombre obstinado e impasible, de ojos de acero; pero él me miró a su vez de tal suerte, que me sentí desarmado e impotente.
Entonces una voz interior me dijo:
-¡Todo es inútil; nunca podrás vencerle!
Y comprendí que aquel hombre era mi Destino.
The Power of Prose
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