“El éxito de la novela hizo convencerme de que era un escritor”, dice Hernán Neira luego de que su libro El naufragio de la luz fuera galardonado con el Premio Internacional de Novela Las Dos Orillas 2003.
La construcción de Ameland, las influencias e intereses de un autor que escribe desde la periferia y nos invita a volar con la imaginación.
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¿Qué te inspiró a escribir el relato Ameland? ¿Influyeron tus intereses o experiencias personales?
Gracias a algunos intereses personales de ese entonces, a la navegación a vela en altamar, di por accidente con un tema que me pareció literariamente magnífico: me enteré de una acción de rescate marítimo en el que participaron unos caballos, quienes murieron durante el hecho. Todo ello transcurrió en una isla cuya topografía no es demasiado distinta de aquella descrita en la novela, aunque la isla de la novela es ficción. Para decirlo de otra manera, fue una mezcla de una ficción que tenía en aquel momento, más en ese entonces que ahora, y fue una confluencia completamente azarosa, inesperada, no buscada, yo no tenía en mente escribir una novela, pero la misma surgió como un chispazo.
En El naufragio de la luz centró el foco de atención en el vínculo que se genera en las relaciones sociales de los personajes ¿Cuál es el punto de encuentro con la Teoría de las Estructuras elementales del Parentesco de Lévi-Strauss?
Lévi-Strauss tiene un libro clave, quizás el principal, aunque no el más conocido, que se llama Las estructuras elementales del parentesco. Evidentemente la novela no es teoría, pero las relaciones humanas que tienen lugar en la isla Ameland, están basadas en un intercambio estricto de bienes por bienes, bienes por honores, y honores por bienes, todo eso carente de emociones, que es lo que genera ese contexto duro, asfixiante, intenso que se percibe en la historia. Efectivamente el antropólogo y filósofo Lévi-Strauss planteó que la sociedad está basada en un conjunto de intercambios de valores que son propios de cada cultura. Esos vínculos como los describe, tienen un fuerte componente emocional: hay bienes, emociones, y honores. En cambio en la novela, conservé una parte de la estructura de esos intercambios, pero la despojé del lado emocional. Las relaciones que tienen los isleños entre ellos, y los isleños con la gente del continente son muy frías, en lo cual no hay ningún componente afectivo, ni de amistad, ni de nada, sólo un intercambio “desnudo”, por decirlo de alguna manera.
¿Qué rol ocupan las mujeres en la novela? ¿Y Mareika?
Principalmente está Mareika, y las mujeres de la isla que son como todos los actores de la isla, personajes que más bien actúan como un sujeto anónimo, como un sujeto colectivo, pero que no tienen una cara. Hay tres grandes sujetos: por una parte los isleños, hombres y mujeres, que son un gran sujeto colectivo sin rostro, y por otra parte Mareika -la mujer de quien se enamora el protagonista-, y el protagonista.
Ella es una figura clave, y no se sabe bien si él se queda con ella en la isla o salen juntos, ya que la novela deja abierto ese interrogante. Pero Mareika es un motivo central para que él decida huir, ya que se entera de que al padre de Mareika lo mataron, y él percibe que puede correr el mismo destino, ya que es un guardafaros, como lo era el padre de la mujer.
El vínculo de emociones que se establecen con la isla es a través de ella, y la visión que tiene el protagonista de la isla está muy ligada a la experiencia de Mareika, situaciones que él va conociendo poco a poco. Por lo tanto, es un gran motor en la situación que el guardafaros vive, pero es un motor complejo porque lo vincula a una situación compleja, y a un pasado que ignora y con el que se relaciona por medio de los recuerdos de ella.
La isla Ameland, una isla inhóspita, un relato que deja muchas preguntas abiertas al lector ¿Podemos pensarla como una alegoría con América?
No consideraría exactamente Ameland una alegoría, porque más bien es una ficción, y por otra parte hay muchos lugares en el mundo que pueden compartir esos aspectos con una ficción, por el ambiente, la topografía, por las relaciones de amor o desamor, por los conflictos políticos que existen en el interior de ella, una especie de guerra civil que se produce en la isla. Hay muchos lugares en el mundo que desafortunadamente comparten esos aspectos negativos. Más bien me atrevería a decir que ese lugar puede estar de manera parcial o completamente en muchos lugares, y eventualmente en América e incluso Chile. Pero también, puede ser un país que no es latinoamericano, puede ser un lugar en Europa, como puede ser un lugar en EEUU, África o Asia. Quiero decir que las personas según sus condiciones, según su estado, o la situación en la que viven, pueden sentirse en una isla como Ameland, independientemente del lugar de donde estén. Y ciertamente, algunos conflictos pueden llevar a generar situaciones emocionales tan intensas como las que están descritas en la isla.
La ficción no tiene fronteras
¿La literatura amazónica ha dejado marcas en su estilo escriturario?
No, la literatura amazónica no ha dejado marcas, pero si me han dejado huellas las crónicas del siglo XVI que tienen que ver con la llegada de los europeos, y especialmente de los españoles a América. Hay muchísimos relatos que tienen un fuerte componente de historias de navegación y de encuentros con personajes hostiles y que no se entienden, o que tienen un entendimiento centrado en la hostilidad entre los europeos que llegan y los americanos que están. Y al mismo tiempo son historias que hoy en día nos parecen casi inverosímiles, además, en algunas de ellas tampoco está muy claro en qué medida se puede separar la ficción de la crónica, o de la narración del hecho. Son crónicas que a veces pueden tener un fuerte componente de idealización positivo, pero no en todos los casos. Y muchas de ellas tienen un lenguaje, un castellano riquísimo, hermoso, que si uno lo vuelve a leer y lo recupera, lo puede disfrutar con intensidad.
Se define como “outsider” porque ha pasado mucho tiempo afuera de su país, y El naufragio de la luz fue editado en España ¿Esto tiene que ver con los procesos políticos que se vivieron en Chile o qué fue lo que lo llevó a elegir otros lugares de residencia?
Algunos lugares fueron simplemente al azar. Nací en Lima, pero fui registrado con nacionalidad chilena por el trabajo de mi padre. Luego mi papá fue trasladado a España, lo que me lleva a vivir en ese país siendo niño. Años después regresé a Chile, y me enfrenté a una situación difícil, la dictadura de Pinochet, y yo regresaba de una España que iba recuperando su libertad.
Luego me doctoré en Francia, por lo tanto mi vínculo con Chile es de ver el país un poco desde afuera siempre, desde dentro y desde afuera. Eso me pasa en muchas partes, voy a España o Francia y me sucede exactamente lo mismo, me muevo en las ciudades sin necesidad de ir mirando el mapa, por lo tanto siento una gran familiaridad allí también con esos lugares.
Mi ida a Francia a hacer el doctorado después de haberme licenciado en Chile, estuvo motivada por varias cosas: el ambiente en Chile era más bien hostil a la filosofía, por lo tanto no era un lugar propicio para su desarrollo, porque había un contexto real de persecuciones, censura de libros, y en ese ambiente no era cómodo trabajar. Pero obtuve una beca del gobierno francés y me fui becado, por lo tanto no soy un exiliado político, e irse afuera a estudiar era lo mejor que se podía hacer en aquella época si uno tenía las posibilidades.
El naufragio de la luz fue publicado en España, pero eso son hechos editoriales que no dependen de mí, hoy en día hay mucho autores que son publicados fuera de su país. Publicarlo en España tuvo un lado positivo porque tuvo acceso a un público mayor que el de Chile.
¿Cómo se siente convivir en esos dos mundos? ¿Siendo outsider se puede resignificar el lugar de pertenencia?
Estoy acostumbrado, aunque al principio me molestaba un poco más. Cuando regresé a Chile a los 16 años me sentía un poco extraño, no recordaba bien las calles y eso me ponía incómodo, ahora ya lo tengo asumido, cada día es una situación común en muchas personas. Esta situación genera que tenga bastantes amigos en Chile y fuera, como también amigos extranjeros en Chile.
Por lo tanto, me muevo en un ambiente que es un poco chileno y un poco de muchas partes, y eso ya está en mi mente, porque en general las personas se comunican y dialogan más fácilmente con personas con quienes puedan compartir algunas experiencias, y creo que la experiencia de ser extranjero o de haberse criado en un lugar y vivir en otro, es una experiencia que se está haciendo cada día más común, para bien o para mal, pero es una vivencia compartida por muchas personas, con las cuales puedo compartir eso también.
Respecto al lugar, absolutamente se resignifica, si es que hay un lugar de pertenencia, ya que hoy en día las pertenencias también son múltiples. Si uno vive fuera de Chile y es extranjero en otro lugar, reconsidera la cultura en la que uno se formó, pero quizás no hay una sola cultura de pertenencia, sino muchas. Porque no sólo está ligada al lugar en el que uno creció, sino también a las amistades, a lo que uno lee, a su formación. Si bien muchas veces acompaña el lugar de nacimiento, no es una necesidad que se derive absolutamente de él, ya que la cultura es mucho más móvil que la topografía, por así decirlo.
Trece años después ¿Cómo repercutió desde lo personal el éxito de esta novela?
En lo personal me hizo convencerme de que también era escritor, y digo ‘también’ porque yo me había formado en filosofía y había publicado algunos artículos de filosofía, me desenvolvía en una vida académica buena, me iba bien, pero era sólo una vida académica. Me sentía un poco acomplejado, cómo un filósofo que siempre escribe cosas más bien sesudas podía escribir también una novela en un lenguaje mucho más directo, donde las emociones tienen un papel igual o más importante que la argumentación, donde no es el caso de la filosofía, en la que la argumentación puede ser muy árida, y si a uno le gusta lo pasa muy bien, pero se desarrolla sobre todo por la lógica, o por medio de argumentos lógicos. En cambio en la literatura mayoritariamente no, por corresponderse con la ficción.
Entonces, el éxito de esta novela me llevó al descubrimiento o confirmación de que había un área en mí que yo no conocía, un área que era menos reflexiva y se dejaba llevar por otro lado, y eso vino acompañado de correos y comentarios de gente que la había leído, gente del ambiente literario. Me llegó un correo de dos traductores que querían traducirla, y en Francia la crítica fue muy positiva, excelente, y eso me hizo verme a mí mismo como alguien que era capaz de ser escritor.
¿Eso te incentivo a preparar otra?
Por una parte me incentivó, pero por otra parte el fenómeno que he ido constatando en Chile como en otros lugares, es que el mundo editorial se ha vuelto cada día más estrecho, en el sentido que muchas editoriales han sido absorbidas por otras. Hoy es un mundo editorial muy centrado en la venta rápida, y yo escribo lentamente. Desde que publiqué la novela, sobretodo he escrito cuentos que han tenido una fortuna más o menos buena, he publicado en revistas, pero ninguna novela desde entonces. En parte también porque me volví a re-centrar en la vida académica que se está volviendo cada día más exigente en todo el mundo, tiene ciertas ventajas y cosas agradables, pero cada día es más exigente.
Requiere estar publicando constantemente, asistir a congresos, y hacer lo que uno tiene que hacer en una universidad si quiere que le vaya bien en esa institución. Por lo tanto, allí me siento un poco tironeado por el tiempo, me gustaría a veces tomarme un año sabático para dedicarme a escribir y olvidarme un poco de las exigencias de la facultad. Por otro lado, me he vuelto más autoexigente, lo que publique ahora tiene que ser mejor que Ameland y eso me parece que no es tan fácil, por ese lado también hay una mezcla de estímulos y auto inhibición.
También me di cuenta que tenía un público no tan pequeño de lectores, pero muy distribuido en el mundo. En el sentido que ya no se puede decir en este país me leen todos o muchos, sino que es más bien un público distribuido, que tiene que ver con el hecho de sentirme que soy un poco de varias partes del mundo o de ninguna. Quizás los autores hoy en día no se identifican exactamente con una comunidad de lectores situada geográficamente, sino cada día más dispersa, por decirlo así de alguna manera.
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