Tienda de abalorios
por María Mercedes Di Benedetto
Se denomina abalorios a diversos tipos de elementos confeccionados en múltiples formas, materiales, colores, diseños y calidades. Las más de las veces, sirven sólo como ornamentación carente de valor. Así pretende ser mi columna en el prestigioso edificio cultural de Interlitq: una oferta de temas varios sin pretensiones filosóficas ni literarias, una simple tienda de abalorios y palabras.
- PÁJAROS DE TIERRA: LAS GIRAS DE LAS COMPAÑÍAS RADIOTEATRALES (a mi tía Rudiel Wilde, que apenas hace unos meses se fue de gira)
En aquellas décadas de los ’40, ’50 y ’60s, las giras de los elencos de radioteatro eran esperadas ansiosamente por hombres y mujeres de todo el país, después de haber seguido por radio con atención casi devota la historia, capítulo a capítulo.
Las travesías que hacían las Compañías por los caminos de la patria (y a veces hasta de las patrias hermanas, como Uruguay o Chile) detentaban ciertos ingredientes que, por reiterados, son casi condición sine qua non de las giras radioteatrales de esos tiempos. Haciendo una síntesis, podríamos hablar del estado calamitoso de las rutas, empeorado por inoportunas lluvias y alguna que otra inundación; de la solidaridad y el afecto inmensurables de la gente de los pueblos, que brindaba albergue, comida y obsequios de todo tipo a la troupe que arribaba al lugar, y finalmente, todo el rosario de anécdotas entre las que califican en primer término, por risueñas y a veces hasta por increíbles, las reacciones que provocaba en su contra el villano de turno. La autora y actriz Mabel Loisi, en una publicación de Argentores, afirma: desde los Podestá, que hacían sus giras en carretas y cavaban zanjas para protegerse de las tormentas y de los indios, las giras no cambiaron demasiado. Y recuerda funciones a pesar de la nieve, y escenas en las que los actores, al hablar, podían ver el vapor de su aliento, a causa del gran frío reinante.
En sus conversaciones con Nora Mazziotti, recopiladas en el libro Soy como de la familia, Alberto Migré rememora: “Teníamos un camión para los decorados, que iban con el maquinista y el ayudante de maquinista. Por lo general también iba el representante de la Compañía que llegaba más temprano, llevaba los afiches, y cuidaba que todo estuviera medianamente bien y que se pusiera alguna luz. Para el teatro yo escribía una síntesis de la novela radial, de dos horas de duración (…) En el Cine Pueyrredón, de Flores, metimos en una sola función 2300 personas.”
DE VAMPIROS, GALLINAS Y FUNCIONES CIRCENSES
Mabel Loisi también recuerda sus giras por el país, no exentas de incidentes y sorpresas:
“Cuando hicimos la historia de El Caserón del Vampiro, encargamos al escenógrafo un gran ataúd, cuya tapa tenía el dibujo del vampiro. Íbamos por esos caminos de Dios con un micro que no puedo decir el estado lastimoso en el que estaba… y en el trayecto perdimos la tapa del cajón. El director se preocupaba porque no teníamos la tapa y yo me preocupaba porque pensaba: los que estén en el campo y vean una enorme tapa de sarcófago con un vampiro, van a quedar aterrados. Hay una infinidad de cosas que pasan en las giras, todos los días es una anécdota. Pero todo era grato. No había malos momentos, había un gran compañerismo. De pronto preguntábamos -¿Dónde nos cambiamos? – Acá. Y acá era el gallinero. Una vez en san Rafael, Mendoza, no podíamos llegar porque había nevado. Pero el teatro estaba lleno. La gente había ido con mantas, con sillas. Así que dijimos: bueno, de alguna manera hay que llegar.”
El autor Víctor Agú recuerda su época de oyente, antes de convertirse en un prolífico escritor de radio y televisión:
“Yo vivía en un pueblo muy chico, Hersilia, en la provincia de Santa Fe y escuchar radio era difícil, perdías la conexión si había viento o si se cortaba la luz, cosa que era muy frecuente. En las radios locales no había ficción. Las Compañías de radioteatro, como la de Jaime Kloner, actuaban en los circos Y era sumamente interesante ver la propuesta radial llevada al teatro y dentro del espectáculo circense. Ahí, con la llegada del circo, tomo contacto con la ficción radial por primera vez: yo cerraba los ojos por momentos, e imaginaba eso que estaba oyendo, como si lo estuviera viendo.”
EN CASO DE INCENDIO LLAME AL AUTOR
La actriz Rudiel Wilde (1922-2022) recuerda lo proverbial que resultó llevar al autor en las giras con el resto del elenco, en una ocasión en que para salvar la función hubo que reescribir contrarreloj el tercer y último acto de la historia, mientras en el escenario los actores todavía interpretaban el segundo:
“En la provincia de Santa Fe, en 1958, haciendo La bruja está en el galpón, Mario Gantes salía en el primer y el segundo acto con una máscara, encorvado y moviéndose con muchos gestos y ademanes por el escenario, asustando al público. La identidad de la Bruja no se resolvía hasta el final, y la trampa era que la gente creyera que la bruja era el personaje que también hacía el mismo actor, pero en realidad era yo, que era la primera actriz. Pero esa noche, mi compañero sale como siempre y hace toda su pantomima, salvo que…se había olvidado de ponerse la careta. Y recién comenzaba el segundo acto! No podíamos parar la función, aunque todo parecía un fracaso, así que Orlando Cochia, el autor, se puso a reescribirla ahí nomás, detrás del escenario, y le cambió el final sobre la marcha. ¡El público ni se enteró de que esa noche asistió a una función única!
QUÉ HACER CON EL MUERTO
Continúa recordando Rudiel Wilde:
“Hacíamos el fin de fiesta con Julio Montes, que también bailaba chamamé y tocaba el acordeón. A la Isla Alto Verde, provincia de Santa Fe, fuimos cuatro o cinco veces y dimos funciones gratis para los que no habían podido pagar. Llegábamos con lanchas, lo mismo que cuando íbamos a Salto uruguayo. Salíamos de Concordia en dos lanchas; en una iba el decorado y en la otra, nosotros. Eso lo hicimos todo un año. Transmitíamos por radio y después hacíamos las funciones. Siempre teníamos mucha gente esperándonos a la salida de la radio, pero no era tanto como el fervor que sentíamos cuando salíamos de gira por el interior. A veces, llegábamos a los pueblos y parecía que no iba a venir nadie, y cuando a pesar de la decepción ya estábamos a punto de salir a escena empezaba a aparecer público por los cuatro puntos cardinales. Iba llegando la gente, se llenaba de caballos, sulkys, camionetas. Traían de regalo huevos, pollos. Una vez una señora me abrazó y me regaló una gallina. Eran cosas simples, pero con cariño. La verdad es que eran con mucho cariño. En Entre Ríos nunca nos fue mal, nos cruzábamos a Salto (Uruguay) a hacer la obra que antes habíamos transmitido por radio. A veces el escenario se armaba entre los árboles, nomás. En Santa Fe también hacíamos radioteatro y una vez vino una señora, una oyente, a mostrarme a su hijita recién nacida. Le había puesto de nombre Rudiel, por mí. Eso me emocionó mucho, mucho. No sucedía lo mismo con el villano de la obra: generalmente esperaban al actor a la salida para pegarle e insultarlo.
En el año 1956 estuvimos un año en Uruguay, y además salíamos por Radio Salto. Recuerdo que en la ciudad de Tacuarembó, al norte del país, el protagonista mataba al villano con unos disparos y se veía la sangre, la pintura roja que el primer actor se reventaba en el pecho. Ya acabada la obra, mientras desarmaban la escenografía, mi esposo y yo fuimos a tomar algo a una especie de bar que había frente al teatro. Un hombre del público, muy compungido y preocupado se nos acercó y por lo bajo le preguntó a mi marido: –Don ¿y ahora cómo van a hacer con el muerto?
TECNOLOGÍA DE PUNTA
Las Compañías más populares ofertaban una programación que incluía temáticas policiales y de misterio, mucho humor y el clásico “Fin de Fiesta” luego de la obra, por lo que, al armar el elenco, se privilegiaba a aquellos actores y actrices que supieran tocar algún instrumento, cantar, bailar, zapatear, recitar, etc. Era muy común que afiches y volantes añadieran, bajo el título de la pieza teatral, en grandes caracteres tipográficos y enmarcadas profusamente por signos de admiración, un rosario de palabras como: ¡Suspenso! ¡Emoción! ¡Carcajadas! ¡Canciones! ¡Bailes! ¡Tres horas de extraordinario espectáculo!
A fines de los 50s, algunas Compañías publicitan sus giras con grandes afiches que explican los adelantos tecnológicos de la puesta en escena:
“CON LA NOVEDAD EXCLUSIVA DE PRESENTAR POR PRIMERA VEZ EN LA HISTORIA DEL RADIOTEATRO ¡CINE Y TEATRO A LA VEZ! PUES AQUELLAS ESCENAS QUE NO PUEDEN SER REPRESENTADAS EN EL ESCENARIO, EL PÚBLICO LAS VERÁ EN PELÍCULA QUE SERÁ PROYECTADA POR UNA INGENIOSA COMBINACIÓN TÉCNICA EN EL TRANSCURSO DE LA OBRA TEATRAL”
EL HAMBRE DE LOS ELENCOS EN GIRA
Los inicios de la ficción radial estuvieron llenos de tropiezos y dificultades, sobre todo en lo concerniente a remuneraciones. Entre 1930 y 1933, en Radio Municipal se pagaban 30 pesos a las figuras de primer nivel, mientras que otros artistas, en busca de cartel, trabajan gratuitamente a cambio de que se los nombrara durante el transcurso de la audición. En un principio la paga por la actuación del conjunto consistía en la comida, que se preparaba en la misma radio. Por toda retribución, en Radio El Pueblo se servía café con leche a todos los artistas que participaban en los ciclos de radioteatro.
En las giras solían hacerse funciones prometedoras a sala llena y dinero de las entradas para repartir, pero las hubo también suspendidas o con escaso público debido sobre todo a contingencias climáticas, tormentas eléctricas, nevadas, inundaciones.
Lo cierto es que el hambre de los elencos era vox pópuli y lo comprueba que en la película argentina “La cabalgata del circo” (1945), al ver que se acerca el carromato por el camino, un niño avisa gritando a su madre: -¡Mamá! ¡Mamá! ¡Guardá las gallinas que vienen los artistas!, dando cuenta de la inestable economía de los cómicos de la legua.
Sin embargo, en el auge del género una actriz o un actor podían convertirse en estrellas y alcanzar la tan soñada prosperidad -aun a costa de algún sacrificio personal-, como lo muestra este testimonio de María Concepción César:
“Yo venía haciendo radioteatro con Armando Discépolo y con grandes actores nacionales. Pero un día Roberto Valenti, que venía de hacer “Fachenzo el maldito”, me dice: –María Concepción, yo sé que usted es egresada del Conservatorio con el Premio Nacional, yo sé toda su historia, lo que le voy a ofrecer es una obra en Radio del Pueblo, y en tres meses la saco en gira. Usted se va a hacer millonaria. ¿Dónde vive? —En Floresta. ¿Sus padres son dueños? —No, alquilan. ¡Correcto! Usted va a tener mucho dinero, querida, se va a poder comprar lo que quiera. Pero eso sí, se tiene que olvidar de todo ese teatro importante que usted quiere, del Cervantes y de sus películas. No me conteste ahora, piénselo. Y lo pensé mucho. Y esa noche lloré mucho también.”
ACTOR MUY SECUNDARIO PARA CIRCO SE BUSCA
En muchas ocasiones, para abaratar los gastos inherentes al traslado, las Compañías de radioteatro viajaban con los responsables de los papeles protagónicos y con los secundarios más importantes, y convocaban a los vocacionales locales para completar los roles menores en el elenco. Estas oportunidades eran siempre bien recibidas y aprovechadas por los artistas regionales porque podían contabilizar en su haber la experiencia de trabajar con los “grandes”, con los “famosos” de la radio y el teatro. No todos, claro, salían airosos o ilesos de estas participaciones. El oyente Juan Pedro Fresi (1926-2010) nos dio su testimonio:
“Allá por 1920, 1930, todavía había circos criollos dando vueltas por Bernal, en la provincia de Buenos Aires. Mayormente tenían payasos y trapecistas y daban obras como de teatro. Yo apenas me acuerdo, era muy chico, tengo una visión así como de un sueño, de haber estado en el circo de Adalberto Campos con mi mamá, mi papá y el finado Ferro, que era uno de los pocos vecinos que teníamos, porque en esa época por acá era todo campo y quintas, y había una casita acá y otra por allá lejos. Eran circos medio pobres, tenían malabaristas y eso, pero nada de fieras, no les daba la economía para mantener animales como tenían los grandes circos. Incluso cuando hacían obras de teatro o radioteatro a los extras los contrataban en la zona misma, para no encarecer los costos.
Mi finado tío Pancho trabajó en el circo criollo. Se ve que tenía vocación de artista, incluso mi mamá decía que había llegado a trabajar con Evita Duarte de Perón. Pero la cosa le duró poco, porque una vez cuando estaban haciendo “Juan Moreira” le tocó hacer de soldado y lo mataban, entonces unos paisanotes lo tenían que tirar junto a otros muertos en un carro que había y cayó tan mal que se fisuró una costilla. Nunca más quiso volver al circo criollo ni a ninguna otra actuación”.
Caminos polvorientos, aventuras agridulces, distancias de horizontes lejanos y un destino guiado por la Cruz del Sur y la Rosa de los Vientos…Tenía toda la razón el actor Tomás Simari (1897 -1981) cuando afirmaba: los cómicos… somos pájaros de tierra.
FOTOGRAFÍAS
Durante las giras, se transportaban los gigantescos telones pintados y algunas siluetas de árboles para completar la escenografía. Escenas de “Amor Salvaje” de Orlando Cochia. El villano, el galán (Rolando Chaves) y la indiecita Lanza Pampa (Rudiel Wilde), Compañía Radioteatral de Aldo Lucci, 1958 (archivo de la autora).
María Mercedes Di Benedetto (Photo: Mauricio J. Flores)
Biografía
Argentina, egresada de la carrera de Guionista de Radio y Televisión (ISER), ha sido docente de esa casa de estudios y de institutos terciarios y universidades en las carreras de “Locución Integral”, “Producción y Dirección de Radio y Televisión” y “Guion de Radio y Televisión”. Durante 20 años fue docente en escuelas medias en Lengua y Literatura y en talleres literarios y de periodismo.
Especializada en la investigación del radiodrama en Argentina, lleva editados tres libros sobre el tema, el último en 2020, “HISTORIA DEL RADIOTEATRO NACIONAL”.
Autora y docente de ficción radial, recorre el país brindando seminarios y talleres sobre el tema, dirigidos a docentes y público en general, a través del Ministerio de Educación y de ARGENTORES. Sus obras se han emitido por radios nacionales e internacionales.
Ha recibido numerosos reconocimientos por sus obras teatrales y radiodramas; ganadora del Fomento INCAA con su documental de cuatro capítulos para televisión “Artesanos del aire / Historia del Radioteatro Nacional”. Obtuvo el 1er premio en la convocatoria 2004 para radioteatro del Centro Cultural R. Rojas de la Univ. de Buenos Aires UBA, además de cinco Premios Argentores a la Producción Autoral, ganadora también en 2020 en la convocatoria del Instituto Nacional del Teatro con su radiodrama sobre la vida de la soprano Regina Pacini.
Con un profesorado en Historia inconcluso, ha escrito más de cuarenta docudramas y obras de teatro para sus ciclos “Mujeres de la Historia Argentina” y “Hombres y Mujeres con historia”, presentados en diversas salas del país.
Su obra para niños “Las Hadas de la Tierra Encantada” ha salido en gira nacional abordando temas como la ecología y el cuidado del medioambiente. El elenco, convocado por la Secretaría de Medioambiente y por el Ministerio de Cultura de la Nación recorrió 23 provincias brindando funciones en forma gratuita para escuelas de todo el país.
Ha participado como expositora en diversos Congresos de literatura y de medios de comunicación y en Bienales internacionales de Radio, así también como Jurado y Tutora de Proyectos en certámenes nacionales de literatura y de Arte Joven. En septiembre 2022 integró con su ponencia el Symposium por los 100 años del Radiodrama Internacional organizado por la Universidad de Regensburg, Alemania.
En los últimos años ha presentado en Madrid obras para Microteatro: “Comer por amor”, “El día del huevo”, “Testamento” y “Viuda Negra”, con dirección de Marcelo Díaz.
Actualmente se desempeña como Secretaria del Consejo Profesional de Radio de ARGENTORES, Sociedad General de Autores de la Argentina.